jueves, 5 de febrero de 2015

La Asociación Familiar Bagara anima a apuntarse a Religión

Ahora que se abre el plazo de matriculación para el próximo curso, desde la Asociación Familiar BAGARA queremos animar a todas las familias, y en particular a las cristianas, a que apunten a sus hijos a la asignatura de Religión.

Las razones para hacerlo así, de largo alcance y profundidad, pertenecen al ámbito de la cultura, de la moral y de la dimensión transcendente de la persona. En efecto, el conocimiento religioso, y específicamente el cristianismo, resulta imprescindible para comprender la cultura europea, a la que pertenecemos, desde las obras de arte que llenan cada rincón de nuestros pueblos y ciudades, hasta las obras literarias de nuestros clásicos; desde las composiciones musicales que se interpretan en nuestros auditorios, hasta los sistemas filosóficos en los que hunde sus raíces el pensamiento actual.

Valores con una innegable fuerza humanizadora, como la verdad y la sinceridad, la justicia y la generosidad, la libertad y la templanza o la fortaleza han encontrado en la cultura cristiana su medio de transmisión intergeneracional en las sociedades europeas en los últimos veinte siglos.

Y no es de menor importancia, sino todo lo contrario, la capacidad de las religiones, y en concreto de la religión cristiana, de dotar de un sentido fuerte a la vida del ser humano. En una Europa cada vez más secularizada, conviene no olvidarnos de afirmar con convicción que hay un Dios que nos ama, y que nos llama a cada uno a construir un mundo más fraterno y tolerante, más abierto y acogedor. En definitiva, un mundo mejor.

Sepan los padres que en la escuela, también en la pública por supuesto, tienen en la clase de religión un instrumento privilegiado a su alcance, y al que tienen derecho, que contribuye en el ámbito que le es propio a que sus hijos e hijas reciban una educación integral. La religión en la escuela ayuda, de manera muy especial, a que nuestros niños y niñas se conviertan el día de mañana en “hombres y mujeres de bien”, como antes se solía decir.

Siendo todo lo arriba expuesto cierto, cuesta trabajo entender que algunas organizaciones, en vez de dedicar sus afanes a la tarea que le es propia y que les da su razón de ser, dedican tiempo, esfuerzo y algún que otro dinero proveniente de las arcas públicas, a intentar menoscabar la clase de religión. Año tras año, cuando se acercan las fechas de matriculación saltan a la tribuna pública esgrimiendo seudo razones para acabar exigiendo que se saque la clase de religión fuera del horario lectivo de la escuela pública.

Confunden interesadamente sociedad y escuela laica con laicista, derechos ciudadanos con privilegios eclesiales. Trabajan, dicen, en pos de una escuela pública “sin dogmas, ni verdades únicas y excluyentes”, a la vez que pretenden imponer su propio proyecto ideológico de escuela pública. Se arrogan, por si fuera poco, la defensa de los derechos “de toda la comunidad educativa”. Al tiempo que propugnan la eliminación de la clase de religión dicen estar a favor de un modelo educativo integral e inclusivo. Así se puede ver en un reciente artículo de prensa (Deia, 30-01-15).

No nos cansaremos de decirlo. Una simple mirada a Europa nos muestra que la clase de religión es perfectamente compatible con la laicidad social y escolar. Algunos ejemplos. En Rusia hay una

asignatura obligatoria que, junto con la ética, estudia las principales religiones del mundo, con especial atención al cristianismo ortodoxo. En Finlandia, paradigma de la educación europea, se estudia religión como una asignatura más, obligatoria en los cursos que se corresponden con la Primaria y la Secundaria española y como tal cuenta para la media académica como las demás. Si volvemos la vista a Alemania, la religión es una asignatura ordinaria en el Sistema Educativo, con efectos académicos; existe una alternativa. Podríamos seguir con Portugal, Italia, Bélgica, Reino Unido, etc.

A diferencia de la laicidad instaurada en Europa, estas organizaciones a las que nos referimos proponen otra cosa bien diferente. La exclusión de la religión de la vida social y escolar, su reclusión en la esfera de lo privado, constituye un rasgo esencial de una ideología determinada, cada vez más fanatizada e intolerante, que se denomina laicismo. Se sitúa en las antípodas de la laicidad europea.

¿Y por qué hay clase de religión en la escuela pública, aquí y en Europa? Pues porque los padres europeos tienen, tenemos, derecho a pedirlo, y las leyes de cada país así lo recogen y garantizan. Consecuencia evidente de lo anterior es que la clase de religión no es un “privilegio de la Iglesia”, ni un resto de una “etapa predemocrática”, como frecuentemente afirman, sino el resultado del ejercicio de un derecho ciudadano.

Desde estas organizaciones se dice que persiguen un modelo educativo integral. Pues bien, hemos de subrayar que uno de los objetivos fundamentales de la clase de religión es el desarrollo integral del alumnado que elije la asignatura, desde la inspiración cristiana de la dimensión moral, espiritual y transcendente de la persona. Naturalmente, entendemos que algunas de estas organizaciones no compartan esta cosmovisión. Lo que hace inaceptable que pretendan imponer la suya propia a quienes no participan de ella.

Por otra parte, resulta cómico que alardeen de buscar un modelo educativo inclusivo “que eduque en la diversidad”, y que a renglón seguido preconicen como medio para conseguirlo la exclusión de la clase de religión demandada libremente por los padres. ¿Educar en la diversidad eliminando la diferencia? Parece obvio que la enseñanza de la religión en el espacio común escolar contribuye a la promoción de la integración “de la diversidad” así como de la tolerancia social, valores irrenunciables en todo proyecto educativo democrático.

Esas organizaciones suelen quejarse de la alternativa a la clase de religión. Hasta ahora se han venido quejando de que la alternativa a la religión era una pérdida de tiempo. Ahora se quejan de “la obligatoriedad de impartir una asignatura alternativa fuerte”. Según ustedes manifiestan, “la escuela pública ha de educar en valores humanistas, científicos y universales,…”. Pues bien, la LOMCE efectivamente obliga a impartir una alternativa a la religión, que en Primaria se denomina “Valores Sociales y Cívicos”, y en Secundaria, “Valores Éticos”. ¿No juzgan la nueva alternativa una buena ocasión para impulsar una educación en “valores humanistas”, que ustedes afirman desear? A nosotros nos parece que sí, sin ninguna duda. Y de paso se deja de “perder el tiempo”, como hasta ahora han denunciado con razón. Esta contradicción flagrante de criticar una cosa y su contraria a la vez, solo es comprensible si se tiene en cuenta el punto, el prejuicio, de partida de todo su discurso. Quieren la religión fuera de la escuela pública, sea cual sea la alternativa, porque se consideran tutores privilegiados de la misma.

Ramiro Pascual

Presidente de BAGARA

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